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CAMPAMENTOS DE VERANO

Monitor de campamento junto con participantes
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CAMPAMENTOS DE VERANO

Yo he tenido la suerte de poder ir de niño a algún campamento de verano y estoy seguro que si tú has ido alguna vez de campamento lo recordarás como una de las experiencias más maravillosas de tu vida, tanto que aún guardas grandes momentos en la memoria, de esos que será difícil borrar y por supuesto difícil de repetir.

Campamentos de verano

Yo he tenido la suerte de poder ir de niño a algún campamento de verano y estoy seguro que si tú has ido alguna vez de campamento lo recordarás como una de las experiencias más maravillosas de tu vida, tanto que aún guardas grandes momentos en la memoria, de esos que será difícil borrar y por supuesto difícil de repetir. 

Esta experiencia tan especial está básicamente anclada en tres hechos: salir de casa, hacer cosas distintas y conocer personas nuevas.

La primera de ellas supone cambiar de escenario, después de todo el curso haciendo las mismas rutinas, visitando los mismos lugares, colegio, academia, entrenamiento, ver a los abuelos… se produce una ruptura total. Ahora ya no vas a ninguno de los lugares que han configurado tu vida los últimos nueve meses. Estas sensaciones se refuerzan cuando el campamento se da en la naturaleza, donde existe la novedad constante, el descubrimiento de cosas nuevas y cambiantes con el tiempo. Pierden fuerza y poder de fascinación los campamentos que se desarrollan en las instalaciones de colegios, o en centros urbanos, aunque está claro que suponen una alternativa más económica y sencilla. 

Hacer cosas diferentes es una de las claves para que un campamento enganche a los participantes. Los niños de hoy en día no están acostumbrados a la creatividad, hacen las mismas cosas los mismos días durante todo el curso escolar y a menudo no dejamos que experimenten las sensaciones de hacer cosas solos, de investigar y descubrir por si mismos las incógnitas que encierra el mundo que les rodea. Caminar por el campo, llenar una cantimplora (y que se le caiga el agua), hacer su maleta, descubrir cómo cantan los pájaros o como ulula el búho por la noche; ver huella en el terreno y saber que por allí ha pasado un ciervo; cantar canciones que se convierten en danza e incluso en ritual; aprender palabras nuevas; ver las estrellas o disfrutar del cine de verano; hacer su propia comida; jugar a juegos nuevos; descender en balsa por un río (rafting)… y ¡muchas más cosas!

Si has ido a un campamento seguro que recuerdas con mucho cariño el nombre de algún amigo, si es que aún no mantienes la relación. Conocer a personas nuevas no puede simplificarse en hacer amigos nuevos. Cada vez que nos retamos a conocer personas nuevas estamos ejercitando capacidades que el futuro nos harán mejores y nos ayudarán a relacionarnos de forma sana y natural. Podremos entrenar para dar el primer paso para hablar con alguien, cosa que a los adultos nos resulta tremendamente difícil. Aprender a confiar en los demás, contar secretos, descubrir a personas distintas a nosotros (de otras ciudades, con otros idiomas, con otro color de piel, costumbres o gustos), convivir con ellos y tolerarnos mutuamente. Los campamentos de verano también enseñan a ser austeros, a no necesitar conexión permanente con el mundo digital. A relacionarnos con las personas cara a cara, a abrazar y disfrutar de la presencia física y del contacto humano. Aprenderán a negociar cosas con sus compañeros: dónde dormir o en qué sitio sentarse, a qué juego queremos jugar. 

Pero después de todo estos beneficios de los campamentos para los participantes, también queremos describir algunos de los beneficios que tienen los campamentos de verano para los padres. 

Igual que los hijos sienten dependencia de los padres y muchas veces no quieren separarse de ellos, los padres sienten la misma dependencia de sus hijos y supone todo un reto no dejarlos en un campamento o actividad de varios días. En muchas ocasiones nos hemos encontrado padres que no pueden pasar un día sin llamar a sus hijos para saber como están o simplemente para hablar con ellos. Los campamentos de verano ayudan a los padres a superar este estado de ánimo, a superar esa dependencia creando círculos de confianza, para aprender a hacer cosas sin los hijos. 

Además los campamentos de verano, generan un tiempo especial para las parejas, que les permite retomar rutinas perdidas, tomar un respiro y hacer cosas que durante el año escolar son imposibles. Pero el mejor beneficio que puede tener llevar a tus hijos a un campamento de verano es la satisfacción de verlos crecer, madurar y relacionarse con otras personas y con la naturaleza de forma sana y espontánea.

El campamento jamás debe ser un castigo, sino un premio y como tal puedes ser empleado para reforzar actitudes durante el periodo escolar. Un premio que se convierte en experiencia de aprendizaje y genera amigos, tal vez para toda la vida. 

Por eso si estás pensando si llevar a tu hijo a de campamento, no lo dudes, los beneficios son muchos y buenos, para los chicos pero también para los padres. 

En Madaura te ofrecemos un campamento de verano muy concreto, aquí trabajamos para que los chicos se diviertan con deportes y actividades de aventura. Y que además practiquen un idioma a través actividades de ocio y tiempo libre. Nada de clases aburridas, nada de andar sentados escuchando al profesor. Trabajamos con proyectos relacionados con la naturaleza, el arte, la música, talleres de medio ambiente… Y todo esto en un lugar privilegiado: el bosque mediterráneo. 

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